La Wiphala que nos abriga: Una defensa de Bolivia frente al fascismo

En 1932, Benito Mussolini confesó la ambición de establecer una “concepción política orgánica” del fascismo con la intención de “obrar espiritualmente sobre el mundo, como voluntad dominante”. El fascismo, definido por su propio artífice, pretendía convertirse en una concepción “espiritualista”, “religiosa”, y “realista”. Estos conceptos aún se pueden leer en el documento La dottrina del fascismo, suscrito por el propio Mussolini, aunque de autoría discutida porque varios académicos lo atribuyen a Giovanni Gentile. Lo resaltante es que se trata de uno de los pocos textos en los que el fascismo pretende definirse a sí mismo y otorgar un cuerpo teórico a la versión política de la barbarie. En el texto se establece que el fascista se rige por una supuesta “ley moral” cuya misión es “suprimir el instinto de la vida” y – también- reconoce sin rubores el talante autoritario del fascismo en el ordenamiento del Estado. 

El fascismo es el delirium tremens de la dictadura de las élites: aunque se nutre de las filas de militantes desclasados, su propósito es el reordenamiento del poder para tributarlo a la burguesía. Ha surgido en momentos en los que las garantías (honestamente limitadas, sobretodo en el capitalismo) que ofrece la democracia ya no resultan útiles para las castas dominantes, cuando las voces de los pobres se hacen sentir de manera tan contundente que los opresores sinceran su violencia en el plano de lo corpóreo. 

La experiencia más auténtica del fascismo (llamada así por Ferran Gallego en el 2003) se observó en la Alemania Nazi. Pero, justo antes de su surgimiento, en ese mismo territorio, la República de Weimar, había redactado una Constitución considerada a la vanguardia de la democracia por las garantías consagradas a los ciudadanos.

“El fascismo puede aparecer dondequiera que la democracia esté lo suficientemente implantada como para haber despertado la desilusión… no hay fascismo auténtico antes del surgimiento de una ciudadanía masivamente emancipada y políticamente activa” (Paxton, 1998, p.11).

El fascismo emerge para bautizar el odio a la democracia, al proletariado y al marxismo. Este no es un aporte de opinión. Fue dicho por Mussolini: “el fascismo rechaza en la democracia, la absurda mentira convencional de la igualdad política, el espíritu de responsabilidad colectiva y el mito de la felicidad y del progreso indefinido”.

El fascismo no es ideología: es una pulsión intestinal de la burguesía parasitaria. 

En 2019, Latinoamérica se levanta contra el fascismo. Lo observamos actuar en tiempo real a través de las distintas plataformas que nos provee nuestra sociedad transmediatizada. 

Los días previos al golpe de Estado en Bolivia, los cabecillas públicos del golpe hicieron apología de la violencia para convocar a sus seguidores a jornadas que se planteaban como una suerte de purificación social. Luis Camacho, en persona, convocó a la derecha boliviana a crear listas de dirigentes del MAS “al estilo de Pablo Escobar”. 

Theodore Adorno, famoso por diversos estudios sobre la psicología del fascismo, alertaba que el líder de un movimiento fascista se consagra en el mitin. Este mecanismo implica el rompimiento de las normas conductuales esperadas en un dirigente. En otras palabras: dentro del marco del espectáculo político, los dirigentes fascistas se conceden la licencia de no inhibir expresiones violentas. A partir de entonces, el uso de la fuerza se sacraliza. 

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Infografía de realización propia con base en la caracterización de la personalidad autoritaria desarrollada en los trabajos de T.W. Adorno et al. (1950). Para la elaboración de la figura se empleó como fuente el artículo, prefacio de Max Horkheimer y presentación de José Enrique Rodríguez Ibáñez de la edición de Empiria,[en linea] 2006, (Julio-Diciembre). No contiene categoría de análisis propias. Son los criterios académicos establecidos en el documento referido. Si bien en el escenario boliviano no se explicita el antisemitismo, las autoridades de facto han sido enfáticas en despreciar creencias de fe diferentes a las que ellos profesan.

El día 6 de noviembre, en Bolivia, grupos fascistas secuestraron a la alcaldesa del municipio de Vinto, Patricia Arce Guzmán. Los torturadores actuaron como una secta fundamentalista católica, la descalzaron, la golpearon con palos y piedras, la sometieron a cortes de cabello, le tomaron por el cuello para exigirle la renuncia bajo amenaza y la trasladaron en una especie de viacrucis de humillación mientras su cuerpo era manchado de manera simbólica con pintura roja. 

La violación moral buscó esa tarde engendrar en el fascismo boliviano una fisiología de la misoginia que se imponía sobre mujeres humildes que por primera vez, gracias al gobierno de Evo Morales, lograron no sólo formar parte de la sociedad sino transformarla. La escena, más propia de la Edad Media que de la actualidad, cerró con uno de los actos más heroicos de nuestra historia reciente. La víctima, a pesar del odio inquisitorial, sentenció frente a los  verdugos:

«No tengo miedo por decir mi verdad. Y estoy en un país libre. Y no voy a callar y si quieren matarme que me maten. Por este proceso de cambio voy a dar mi vida”. 

El aquelarre fascista y su liturgia se acoplaron para exponer un manual de actuación pública del fascismo para el derrocamiento del Presidente Legítimo de Bolivia, Evo Morales. A partir de ese momento, los supremacistas bolivianos (que tienen sobre ellos mismos la creencia de que son caucásicos) imponen el racismo como un criterio moral en sí mismo. Esto ocurre en un territorio ancestral en el que conviven cerca de 40 naciones indígenas. Es decir: el crisol de nuestra identidad que ha resistido más de 500 años .

Al caer el sol  del 9 de noviembre de este año, comenzó la noche de los cristales rotos en Bolivia. Las turbas del odio, organizadas en bandas de civiles paramilitarizadas,  realizaron secuestros precisos y masivos de familiares de dirigentes del MAS en funciones, incendiaron viviendas y saquearon bienes para obligarlos a renunciar por coacción. Entre los fuegos de la inquisición fascista se concretó el Golpe de Estado en Bolivia. 

La autoproclamada pertenece a la Organización con fines políticos conocida como Movimiento Demócrata Social,  con a penas  4 diputados de 130 y 1 senador de 36. En una sala vacía, la nueva ungida del imperialismo norteamericano, daba comienzo al delirio de conformar un gobierno de facto.

Jeannine Áñez entró con la biblia al Palacio Quemado con el único propósito de proveer de un símbolo a una banda de fascistas, mercenarios, militares, policías y políticos que de facto están imponiendo una cruzada racista en nombre de Dios. Forjan la conceptualización de un enemigo acusando de sedición y terrorismo a millones de bolivianas y bolivianos que se manifiestan en las calles para protestar la vulneración de todos los derechos que les garantizaba la democracia verdadera de la Revolución cultural e indígena liderada por Evo Morales y Álvaro García Linera. Los que se inflamaron en odio alentados por el fuego fascista ahora son juez y parte: enuncian, sin tapujos,  la «cacería» de dirigentes políticos del MAS.

Destrozan el Estado de derecho y lo sustituyen por discursos de fe. Aniquilan el carácter plurinacional del Estado boliviano. Dictan por decreto la exención de responsabilidad penal de las Fuerzas Armadas para darles licencia de matar en resguardo de la dictadura recién instalada. Hay que insistir; parece que no se entiende, se manufactura legislación para asesinar acusando de sedición a personas que son clasificadas como «enemigas» bajo pretextos de raza, clase o ideología política. 

Al momento de escribir esta nota, han pasado casi 15 días del Golpe de Estado y aún no amanece en Bolivia. Dos masacres han sido silenciadas por los medios de comunicación locales que, en su mayoría, se limitan al dictado provisto desde los órganos de  propaganda del gobierno de facto. En este tiempo ya se cuentan más de 30 fallecidos, (ver CuadroFallecidosCrisisCompl-19Nov) cientos de heridos, cientos de detenidos y un número indeterminado de desaparecidos. No hay mesura, ni lógica: en Bolivia se reprime a los familiares de las víctimas de las masacres y los ataúdes de los asesinados. 

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Corporatocráticos «defensores» de los derechos humanos alertan que la “situación puede salirse de control”. Opinólogos y observadores tertulianos tributan al fascismo desviando la conversación hacia sus criterios personales sobre la legitimidad de su postulación como candidato presidencial en unas elecciones que ganó con más de 10 puntos porcentuales de ventaja. La «reelección es tiranía» dependiendo del color de piel del gobernante: se trata de invalidarla cuando la consigue un indio boliviano, pero si esta sirve para perpetuar a Ángela Mérkel, nadie se ocupa de sacar la cuenta de sus meses en el poder.

Un catálogo de epítetos se suceden en el ridículo circo mediático que se propone esquivar llamar al Golpe de estado por su nombre. Así, medios y afines llaman a los hechos con eufemismos rebuscados como «crisis autoinflingida», «crisis postelectoral», «conflicto social».  Justifican a la hecatombe porque “Evo no debía reelegirse”. Casi nos dicen que los millones de bolivianos y bolivianas que hoy son perseguidos y reprimidos se lo “merecen”. 

Lo que ocurre en Bolivia hoy es el inicio de una dictadura de fascismo clásico. Entre los defensores del golpe se observan los siguientes rasgos político- conductuales aceptados académicamente como indicativos del fascismo:

Las expresiones racistas comportamientos que se sustenta en la creencia de la superioridad caucásica. A través de las acciones manifiestan desprecio por los símbolos del Estado Plurinacional,  bien sea a través de la quema de la Wiphala, la reprensión pública a mujeres por el uso de su indumentaria ancestral o el retiro de insignias a la Banda presidencial. 

La identidad política de los cabecillas del golpe es el fascismo y han dado muestras públicas de su enaltecimiento.

La descalificación y deshumanización de personas basándose en rasgos de fenotipo, de clase e ideología.

El uso del discurso para estimular angustias en las personas apelando a expresiones xenófobas y a la criminalización de extranjeros (especialmente de cubanos y venezolanos)

El uso un lenguaje apocalíptico para involucrar a los adversarios políticos en delitos que no han cometido como sedición o terrorismo.

Creación de instrumentos legales de persecución a diferentes comunidades de personas.

Control férreo de la libertad de expresión imposibilitando el ejercicio del periodismo y amenazando la integridad física de profesionales de la comunicación.

El desprecio por la vida y la integridad física o moral de las personas que consideran «inferiores» y la confesa utilización de agentes civiles y militares para labores de inteligencia.

Justificación de la violencia para derogar el marco constitucional y restringir derechos, al punto que el Estado arresta a personas que brindan atención médica a personas que se hallan en coma o han resultado heridas en las agresivas represiones por aire y tierra que ejecuta la dictadura contra los manifestantes.

Emisión de mensajes cargados de misoginia.

Detrás de esos comportamientos que engloban distintas formas de violencia existe una estrategia de ejercicio del poder: la ambición patente de desmembrar el Estado Plurinacional para instaurar un nuevo Estado autoritario y neocolonial al servicio de las trasnacionales.

No es tiempo de ambigüedades. Bolivia, el amor irrefrenable de Simón, el pueblo heroico que estamos viendo en las calles de ese país, no puede quedar a la merced de un grupúsculo de nostálgicos del nazismo y ungidos por la Casa Blanca.  La perversidad de derrocar a Evo y masacrar indígenas, campesinos y obreros  no quedará impune. Alzó al continente. La Wiphala nos abriga a todos y todas como un universo colectivo frente a la barbarie. Debemos continuar acompañando a nuestros hermanos y hermanas en Bolivia con temple, con ternura, con fiereza.

Es vital volver…

Es vital que Evo vuelva, hecho millones…

 

 

Referencias mencionadas

Mussolini, Benito. La Dottrina del fascismo con una storia del movimiento fascista di Gioacchino Volpe. Biblioteca del la enciclopedia Italiana. Texto digitalizado en español por el Centro de Estudios Euroasitáticos (CEE) Enero 2007. Disponible en: https://edoc.site/benito-mussolini-la-doctrina-del-fascismo-pdf-free.html.

Gallego Margaleff, F. J. (2003). El nazismo como fascismo “auténtico.” Revista HMiC: Història Moderna i Contemporània, (. 1), 121. Retrieved from http://search.ebscohost.com.are.uab.cat/login.aspx?direct=true&db=edsdnp&AN=edsdnp.2167457ART&site=eds-live

Paxton, R. (1998). The Five Stages of Fascism. The Journal of Modern History, 70(1), 1-23. doi:10.1086/235001

Adorno, Theodor W. The stars down to earth and other essays on the irrational in culture; London. Routledge, 1994 (218-231 p.)

 

PD: La fotografía en portada pertenece a la Agencia AP. Fue captada por el lente de Natacha Pisarenko.

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